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Opiniones

¡Cuidado, los pueblos no se provocan!

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Por: Rolando Fernández

Los políticos deben tener mucho tacto, cuando están gobernando pueblos que sobreviven frente a la insatisfacción de necesidades imperiosas sociales, tales como: hambrunas evidentes, y escaseces en los servicios públicos generales.  En adición, aquellos con tienen que ver con la salud, educación, e inseguridad ciudadana., entre otros.

Luego, se deben ponderar muy bien las medidas a introducir, que puedan ir en un detrimento mayor de los bolsillos de los ciudadanos; máxime, cuando se conocen las razones fundamentales que provocan el que los gobiernos tengan que imponer castigos tributarios adicionales a la gente.

Por supuesto, de ordinario siempre las autoridades que les corresponda actuar, en el orden de recaudar fondos estatales, se inclinan por   lo más fácil: gravar, tributariamente hablando, a los segmentos más indefensos, y menos pudientes de la población, en busca de los recursos económicos que se requieran.

Comúnmente, las principales causales que trascienden en tal sentido, están asociadas con actos de corrupción estatal; y, los desfalcos sonoros al erario público por parte de algunos gobernantes precedentes y sus secuaces. También, los endeudamientos desmedidos en que se incurre, cuyos recursos frescos percibidos, nunca se sabe dónde van a parar.

Claro, es evidente que, se reportan esas causas después, con el ingrediente adicional de la impunidad judicial fehaciente a nivel local, como las provocantes de una connotada falta de liquidez estatal, que obliga a tener que buscar recursos económicos de la manera que sea, para que el Estado pueda ser “solvente”: adquirir la capacidad económica necesaria, a los fines de resolver los asuntos financieros apremiantes.

Como bien se sabe, son aquellos factores motivantes, qué se estiman incluso, como burlones y abusivos en su raíz por parte de la población, y que trascienden hacia la gente; los que se esgrimen luego, para justificar el tener que adoptar decisiones no gratas para las grandes mayorías.

¡Ojo al Cristo!; que, en ese tenor, a veces, cuando no se reflexiona bien sobre determinadas medidas recaudatorias que se procure tomar, puede “salir la sal más cara que el chivo”, como se dice en buen dominicano; o, “que se vaya por lana, y salir trasquilado”, tal reza otro refrán popular, que merece ser tenido en cuenta también.

Aunque dicen algunos sociólogos que, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, lo cual no deja de ser cierto, no menos lo es que, también aguantan hasta un día, y que cuando ocurre el hartazgo previsible, explotan de mala manera, cobrándose cuánto les han hecho sus verdugos…

Cabe apuntar que, en Dominicana se percibe tener como aguijón punzante, el que se está en presencia de un gobierno de ricos, que solamente procura trabajar, según es lo que se aprecia, en favor de su propia clase. ¡Es una percepción que reviste peligro!

Y, como es lógico suponer, eso hace inferir, la existencia de cierto descontento popular, qué bien puede agravarse; como, el riesgo probable derivado de rebeldía social, lo cual podría causar en cualquier momento, una explosión ciudadana severa.

¡Mucho ojo entonces!, qué cuando los pueblos se provocan, y las “avispas” se alborotan, los efectos de las picaduras se pueden tornar impredecibles. Precedentes de sobra, no solo se tienen en Dominicana.

 

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