Por Emilia Santos Frías
Para nadie es secreto que tener y ejercitar hábitos buenos, fuertes, que aporten a nuestro entorno, a nuestra vida, nos enriquece como seres humanos. Por eso, al abrir cada día nuestros ojos, es preciso agradecer al Todopoderoso, su inmensa misericordia; su abrigo y sostén.
Agradecer por la vida, por la salud, la familia, el empleo, la sapiencia…, en fin; por los alimentos, por nuestros hogares, pero, siempre solicitando al Padre, que nos auxilie para conducirnos de manera correcta, en nuestro andar.
Agradecer es una virtud que debe observar toda persona que se considera cristiana, junto a la humildad, la caridad, la castidad, la templanza o moderación; la paciencia y ser oportuno. Valores contrarios al orgullo, la codicia, la lujuria, la envidia, la glotonería, la ira y la pereza, también llamados pecados capitales,
Es necesario agradecer a Dios, a nuestros familiares, amigos, compañeros de vida y de jornada laboral. Las personas correspondidas, tiene como hábito, decir gracias, en alegría y abatimiento. Porque, ser agradecido es un don. «El mal agradecido no tiene memoria».
Agradecer es fácil y se expresa al decir gracias de corazón; al usar aquellas «palabras mágicas» que nos enseñaron nuestras madres y nuestros padres». Agradecer en momentos oportunos, es más que un regalo, es un bálsamos que cura hasta las cicatrices del alma. Agradezcamos por el hecho de ser personas privilegiadas, que tenemos en nuestras vidas a seres divinos que nos aman, que nos acompañan, que no hacen la existencia más agraciada.
Agradezcamos y seamos siempre solidarios con nuestros semejantes, sin olvidar que «las manos que dan esperan». Cultivemos el agradecimiento junto a otras virtudes que nos potenciarán como seres humanos, entre ellas: la honestidad, la moderación o el comedimiento; la amabilidad, y la ecuanimidad; la lealtad: una virtud escasa hoy en día. Además de la esperanza o expectación, madre de todos los sueños y metas.
Al agradecer, abracemos el compromiso o la responsabilidad; ella habla de nuestra personalidad. Embriaguémonos de la confianza; la serenidad y la tolerancia, recordemos que «quien en Dios espera no desespera».
Seamos agradecidos por vivir con ética en nuestros ideales; ceñidos a la verdad y la justicia, que siempre ha estado opuesta al desenfreno o la depravación.
Agradezcamos cada día por los dones que nos ha dado el Creador; ejercitemos el agradecimiento en cada gesto que nos ofrece nuestro prójimo. No olvidemos que siempre hay, y habrá motivos para dar gracias, por eso, a Dios, y a ti, que estás en mi vida, en el rol que viniste a interpretar; a ti que me permites ser parte de tu transitar y abrevar de tu fuente y colocar en tu jardín, una lenteja de agua y una Rosa de Bayahíbe (Leuenbergeria quisqueyana), recibe mi gratitud perpetua, que el Señor Todopoderoso, nos cubra siempre, mientras servimos a nuestros semejantes, utilizando esta virtud que nos eleva más y más, como seres humanos. Gracias.
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
La autora reside en Santo Domingo, Rep. Dom.
Es educadora, periodista, abogada y locutora.