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Opiniones

Reflexiones de Navidad

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Por Jesús Antonio Fernández Olmedo

La llegado la Natividad del Señor Jesús, salvador del mundo, alumbrando nuestras ciudades y pueblos con millones de luces de colores parpadeando colgadas de los cielos urbanos, para incitarnos a la felicitación espontánea y a la compra de regalos especialmente para nuestros hijos, pero, sobre todo, para incitarnos a la compra de comida y de dulces propios de estas fechas. Sin embargo, este años, el del Coronavirus o SARS 2-COVID19 , el ambiente social no rebosa alegría natural en los corazones, ya que este letalísimo virus pandémico ha avanzado tan rápidamente contagiando y matando a millones de seres humanos en todo el globo terráqueo, que ha cogido a todo el mundo por sorpresa, tanto a profanos como a expertos virólogos e epidemiólogos, dada su altísima capacidad no sólo de contagiar, sino de mutar en diferentes cepas o cadenas genéticas, de modo que las vacunas ya descubiertas y a punto de ser aplicadas a las poblaciones no son definitivas –aunque los medios de masas lo oculten-, ni mucho menos confiables, debido al corto tiempo invertido en sus descubrimientos y sus desarrollos científicos .

Pero claro está, las grandes potencias científicas tales como EE.UU, Rusia, Alemania, China, Gran Britania, estuvieron muy interesadas económicamente en pugnar por encontrar la fórmula magistral concluyente de esa vacuna anti-coronavirus, milagrosa para las sufridas poblaciones desarrolladas.

Y así ha ocurrido, los sesudos científicos expertos en esta materia de infecciones de masas de EE.UU. han encontrado dos vacunas: la de las empresas farmacéuticas multinacionales, Pfizer y Moderna , las cuales ya han sido distribuidas en países de Europa como España.

Y la gente como en acto de desesperación colectiva estará dispuesta a ser vacuna por las autoridades sanitarias de las distintas CC.AA., y en particular la los colectivos de ancianos y de jóvenes, grupos de mayor riesgo de contagio en las poblaciones.

Y podemos preguntarnos ante esta sombría situación pandémica, ¿Nos alegran en realidad las luces multicolores en las áreas urbanas tanto que nos van a incitar a gastar dinero en las tradiciones compras de la Natividad? Y también ¿Tiene sentido celebrar estas fiestas sabiendo que muchas familias fueron ya terriblemente diezmadas y duramente mutiladas desde que comenzó esta pandemia?

Seamos realistas y conscientes de una vez por todas y analicemos esta situación terrible de muerte y de ruina económica para millones de familias para colmo de males:

· Hemos de usar mascarilla incluso delante de nuestros seres queridos.

· Hemos de alejarnos físicamente unos de otros dentro de una vivienda, de modo que no podemos besarnos ni abrazarnos.

· Hemos de estar lavándonos las manos en nuestros hogares varias veces al día, además de estar convenientemente duchados de lunes a viernes.

· Hemos de cenar mañana y comer pasado mañana, Nochebuena y Navidad, manteniendo las distancia de seguridad cuando estemos sentados a la mesa –Lo dice la entendida televisión.

· Las familias están obligadas por las autoridades sanitarias a reunirse de manera restrictiva para evitar el contagio: 7 miembros máximo por familia ¡Qué maravilla!

· No podemos tampoco reunirnos en restaurantes para celebrar estas fechas, porque estos lugares deben cerrar de modo general por la tarde, entre 18 :00 de la tarde y 21:00 de la noche.

· Añadiendo a este nefasto panorama social, necesitamos plantearnos cómo está nuestro ánimo, nuestro estado psicológico muy tocado por este golpe brutal sufrido por este mortal virus. Y debemos preguntarnos ¿Merece la pena gastar dinero en productos alimenticios superfluos e innecesarios,

sabiendo que este estipendio dinerario va a agravar todavía mucho más nuestra situación personal para afrontar el nuevo año 2021?

Por otro lado, para profundizar en estas extraordinarias circunstancias colectivas que nos afectan a todos, veamos las siguientes máximas existenciales:

«Soy variable y dependo de la acción del medio. Cuando quiero cambiar al medio o a mi «yo», es el medio el que me cambia.»

«Si persigues el placer te encadenas al sufrimiento. Pero, en tanto no perjudiques tu salud, goza sin inhibición cuando la oportunidad se presente»

«No importa en qué bando te hayan puesto los acontecimientos, lo que importa es que comprendas que tú no has elegido ningún bando.»

«Aprende a tratar a los demás del modo en que quieres ser tratado.»

«Aprende a superar el dolor y el sufrimiento en ti, en tu prójimo y en la sociedad humana.»

«Aprende a resistir la violencia que hay en ti y fuera de ti.»

«Aprende a reconocer los signos de lo sagrado en ti y fuera de ti.»

«No dejes pasar tu vida sin preguntarte: «¿quién soy?» y «¿hacia dónde voy?»»

«No dejes pasar una gran alegría sin agradecer en tu interior.»

«No dejes pasar una gran tristeza sin reclamar en tu interior aquella alegría que quedó «guardada.

«No imagines que estas solo en tu pueblo, en tu ciudad, en la Tierra y dondequiera que estés.»

«No imagines que en tu muerte se eterniza la soledad.»

Hermanos y hermanas, después de haber hecho reflexión sobre estas máximas escritas por el filósofo argentino, 10 años muerto, nos cabe, acto seguido, tomar las resoluciones de año nuevo.

Hemos estado asistiendo al deterioro progresivo de nuestras relaciones humanas; hemos estado asistiendo al quebrantamiento ineludible de un sistema de creencias obsoletas, cuyas consecuencias han sido los acontecimientos socio-políticos y económicos que nos ha llevado a esta deplorable situación. Ya nada es recuperable mediante enmiendas o «parches», pues todas nuestras creencias están excesivamente desgastadas y no dan ya para más.

Y todo esto se ha visto a nivel nacional e internacional gracias a la venida providencial de este virus mortal e implacable que puede acabar con la mitad de la población mundial, a no ser que hagamos un cambio profundo en nuestro esquemas mentales en lo que atañe a creencias, conductas, sentimientos, pensamientos y acciones individuales y colectivas. Afortunadamente, este terrible virus nos ha dicho –y nos sigue diciendo- que:

1º Los parches múltiples en este sistema social de creencias y nuestros patroners mentales ya no son útiles en adelante.

2º La situación individual y colectiva seguirá empeorando, salvo que hagamos algo positivo con nuestro paisaje interno, psicológico, a fin de mejorarnos a nosotros mismos.

3º No basta las cosas externas que anhelamos para vivir en paz y llenos de alegría real y duradera.

4º La hecatombe humana está muy cerca, a menos que despertemos individualmente, pero no sólo por nosotros mismos, sino también por los demás.

5º El bien de un ser humano, dondequiera que viva o esté o cualesquiera sean su color, su fe, o su cultura, depende del bien común, de otros miles de seres humanos, independientemente de sus raciales, culturales y religiosos.

Así que, pensemos todos desde nuestro corazón y hagamonos conscientes de verdad de esta realidad histórica sin igual, porque no sólo se trata de una pandemia con sus mortíferas consecuencias en salud y en dinero, sino también se trata de una evolución detenida y ficticia debido al avance desmesurado de una tecnología de comunicación y de armamento a costa de la salud de nuestro sistema natural que es nuestro planeta tierra.

Finalmente estamos asistiendo al derrumbamiento global de un sistema humano de convivencia y de creencias que no tiene ya vuelta atrás, ni mucho menos posibilidad de remiendo.

Y volviendo a las luces de colores de nuestra Navidad y a las canciones tradicionales de estas fiestas y a los regalos y a la comida y a los dulces, podemos preguntarnos ¿De qué sirven?

¿De qué sirve esta alegría ficiticia en apenas 10 días, cuando sabemos que después de su paso, nada queda después en nuestros corazones; cuando sabemos que después de ellas seguirán las guerras por motivos económicos encubiertos, los desastres naturales, los engaños de nuestros dirigentes con la complicidad egoísta de poder de los medios de masas?

¿Qué tendremos después de estas fechas otras vez? Vacío en nuestros corazones, aburrimiento y frustración, porque seguirnos siendo cómplices de este sistema social inhumano, permaneciendo impasibles y mirando hacia otro lado, pero quejándonos de nuestras mezquinas y pequeñas historias personales, atribuyéndoles una importancia mayor de la que tienen, considerándonos víctimas de un sistema inmundo caído al que seguimos encubriendo con nuestros comportamiento individuales y grupales.

La felicidad no es exclusiva mía o tuya o de una colectividad humana determinada. La felicidad debe ser inherente a todos, como consecuencia de nuestras acciones de amor hacia el prójimo y hacia nosotros y nosotras mismas.
Este artículo esta basado en las conversaciones conjuntas entre Jesús Antonio Fernández Olmedo y Ricardo Carreras Silva ambos escritores y activistas.

 

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