Por Ing. Fernando Buitrago /
Un día pasé por fuera del Ministerio de Educación y las rejas estaban estampadas con fotos del ministro recién investido, Fulcar, con niños… muchas, muchas fotos. Inmediatamente advertí que se usaban los recursos del Estado para vender de forma prematura su figura, pensando más allá de su investidura.
Fulcar, seguro uno de los mejores estrategas que se puedan conocer y que entiende el sentir de su segmento de profesores o del perremeísmo tradicional, cometió uno de los grandes errores que provee el poder… adelantarse al tiempo, siendo este el peor para controlar, pues la política y las aspiraciones poseen su propio «temporizador».
En política, si haces el swing adelantado o atrasado, pierdes y casi vas directo al out seguro.
No tuvo más remedio el presidente que sacarlo del poder, pues el ministro, «entretenido» en sus aspiraciones para el 2028, descuidó sus funciones y los escándalos no se hicieron esperar.
Quien fuera el estratega del presidente Luis Abinader cometió el grave error de «dejarse decretar» en un segmento tan difícil y, al mismo tiempo, aspirar desde el decreto y el poder.
Ahora, tiene que remontar desde la lona, pero la cresta está al final de un palo enjabonado, con demasiados obstáculos.
La otra batalla perdida, tan grande como la real provocada por los errores, es la mediática… cómo sacar del conocimiento del pueblo, fabricado por realidades o supuestos, todos los escándalos que lograron incrustarse en los rincones de la sociedad. Ese es el camino más largo que casi nadie logra: reinventarse.
El destino de Roberto Fulcar es completamente impredecible, pero debe servir de ejemplo para quienes aspiran demasiado y no entienden que ser funcionario puede lanzarte o hundirte a velocidades más rápidas de lo «normal».