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Opiniones

Una bomba de tiempo para cualquier Estado.

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Por: Rolando Fernández

La imposición de tributos a las poblaciones, sin reciprocidades estatales razonables hacia la gente que es golpeada con fuertes y abusivos gravámenes, verbigracia, algo que se viene notando en Dominicana, desde hace mucho ya, constituye una poderosa bomba de tiempo para los gobernantes de turno en cualquier nación, que en un momento dado puede estallarles en sus pies, con extensión hasta los poderosos grupos económicos que respaldan, o apadrinan.

Así lo aseveran muchos conocedores de la idiosincrasia de los pueblos, sociólogos y analistas autorizados, no corporativos, por supuesto; y, que saben sobre las formas cómo reaccionan las sociedades en contra de los mandamases, verdugos políticos, y sus secuaces claro, está, cuando se sienten burladas y esquilmadas de ordinario.

Actúan aquellas como asnos con anteojeras, y se mueven llevándose encuentro cuánto aparezca por delante; entre eso, a los que de ellas se mofan, y las condenan a sufrir miles de penurias; necesidades extremas que acogotan.

Evidentemente, salen mayormente perjudicados, los que más tienen: los políticos avariciosos y corruptos, como los ricos insaciables, que no se jartan de acumular cuartos, sin medir consecuencias.  “¡Ojo al Cristo!”.

Según reza una máxima muy significativa, “la palabra de los pueblos es la que más se parece a la de Dios”; y, cuando se empoderan aquellos conglomerados, al tiempo de expresarla, difícilmente ningún culpable de sus males pueda escapar de las aguerridas batidas que emprenden.

De más es conocido, a donde van a parar aquí, en un alto porcentaje, los dineros que se recaudan a partir de los gravámenes impositivos a la población; los cuartos que se sacan de los bolsillos de la gente, que cada vez pasa más penurias y calamidades extremas (necesidades alimentarias; falta de los servicios públicos de salud; como, de educación suficiente, entre otros).

Mientras tanto, los mandamases aquí viven   dándose la gran vida; amén de que se burlan sin reparo alguno, ante los llorosos ojos de los desposeídos, después que los esquilman sin piedad.

En ese tenor, los máximos representantes de los gobiernos que se ha gastado esta República durante los últimos años, con ligereas excepciones, no han constituido clase contraria alguna.

Siempre es más de lo mismo. El grueso llega al poder en mangas de camisa, y quizás hasta con trajes prestados. Se envalentonan, y después salen con grandes fortunas; dineros hasta para botar, lujosos vehículos; y, suntuosos palacetes para vivir, con los que nunca soñaron. “¡Qué bien!”.

Cuidado pues; qué las autoridades actuales procedan a agenciarse por otras vías los recursos económicos requeridos en esta ocasión, ante el hartazgo de la gente aquí a ser gravada. Incluso, que se recurra al descamiso de los dineros robados al fisco por los políticos precedentes, y hasta algunos de los actuales.

Qué se dejen las autoridades presentes de estar inventando con la creación de nuevos impuestos a la población, nada más en contra de las grandes mayorías necesitadas, o el aumento de los ya existentes, a los fines de evitar que esa bomba de tiempo sobre la que aquí se trata, les pueda estallar en los pies, afectándoles sobremanera, con extensión traslativa hasta los empresarios connotados, que de ordinario dirigen junto a los que mandan, muchas de las desaprensivas políticas de corte económico a nivel nacional.

Con los grandes problemas que vienen acogotando a la gente en esta nación, una decisión gubernamental desacertada en ese orden, podría provocar una explosión social severa, con consecuencias impredecibles, que den al traste con la paz pública entre nosotros, hasta ahora preservada.

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